Al término de 20 años de presencia en Afganistán, la guerra más larga liderada por Estados Unidos termina con una espectacular victoria de los talibanes que empañará a largo plazo la imagen de la primera potencia mundial.
El colapso, el domingo, del gobierno afgano y de su ejército financiado por Washington, la huida al extranjero del presidente Ashraf Ghani, el ballet de helicópteros para evacuar al personal de la embajada estadounidense: estos hechos históricos probablemente pesarán mucho más que los dichos del gobierno de Joe Biden de que la misión de su país en Afganistán alcanzó sus objetivos.
Con los talibanes nuevamente en el poder y a menos de un mes del aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001, se plantearán con fuerza los por qué: ¿por qué esas casi 2.500 vidas estadounidenses perdidas? ¿Por qué la factura de 2 billones de dólares por esta guerra?
Algunos, como la legisladora republicana Liz Cheney, destacan que Estados Unidos ya no inspira el mismo miedo que antaño entre sus adversarios.
Es imperdonable. Es catastrófico. Y tiene consecuencias no solo para Afganistán, no solo para la guerra contra el terrorismo, sino globalmente para el papel de Estados Unidos en el mundo". Liz Cheney, congresista republicana.
"Los rivales de Estados Unidos saben que pueden amenazarnos, y nuestros aliados se preguntan esta mañana si pueden contar con nosotros para algo", se lamentó.
Husain Haqqani, exembajador de Pakistán en Washington, confirma esos temores: "La credibilidad de Estados Unidos como aliado se ve erosionada por la forma en que el gobierno afgano fue abandonado durante las conversaciones de Doha", dijo, refiriéndose al ciclo de reuniones internacionales celebradas en Catar.
Para Haqqani, actual experto del Hudson Institute, la forma en que los talibanes engañaron a los delegados estadounidenses en estas reuniones "alentará a otros (países) a practicar una diplomacia del engaño".
- Mensaje ambiguo respecto a China -
En su defensa, la administración Biden puede argumentar que el acuerdo de Doha se negoció bajo Donald Trump y que la mayoría de los estadounidenses se oponen a las "guerras interminables".
Pero Trump pretende cargar con toda la culpa a su sucesor. "Lo que ha hecho Joe Biden con Afganistán es mítico. Permanecerá como una de las más grandes derrotas en la historia estadounidense", dijo el domingo el expresidente republicano.
"Esto no es Saigón", dijo de su lado el secretario de Estado Antony Blinken, parar rechazar las comparaciones entre lo sucedido en Afganistán y la derrota estadounidense en la guerra de Vietnam.
"Fuimos a Afganistán hace 20 años con una misión y esa misión era ajustar las cuentas de quienes nos atacaron el 11 de septiembre. Y esa misión se logró".
Permanecer en Afganistán indefinidamente "no es de nuestro interés nacional", agregó, recordando que Estados Unidos ahora pretende darse los medios para contrarrestar la política agresiva de China en el Pacífico.
"No hay nada que a nuestros competidores estratégicos les gustaría más que vernos atrapados en Afganistán por otros 5, 10 o 20 años", señaló Blinken.
Considerado el rival número uno por Washington, Pekín ya ha comenzado a explotar la situación, a través de un análisis publicado por el diario estatal Global Times.
Según esta publicación conocida por su tono nacionalista, Afganistán ilustra cómo Estados Unidos sería "un actor poco confiable, que siempre abandona a sus socios y aliados en la búsqueda de sus propios intereses".
Richard Fontaine, experto del Center for a New American Security, considera sin embargo que sería simplista deducir que la derrota afgana podría incitar a Pekín a intervenir contra Taiwán, isla a la que considera como parte de su territorio pero cuya defensa se basa en el equipamiento militar entregado por Estados Unidos.
Al contrario, esta costosa retirada de Kabul, apunta Fontaine, podría ser vista por China como una ilustración de la firmeza con la que Washington pretende ahora volver a centrarse en el Pacífico.
También señala que la justificación para el reenfoque estadounidense en el Pacífico puede no valer mucho en el caso de que se reanuden los ataques fomentados desde Afganistán, ya que los talibanes nunca han roto claramente con Al Qaida.